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Tuesday, May 13, 2008

La matanza de Texas

La matanza de Texas

Permalink 01.01.07 @ 19:46:01. Archivado en Sobre el autor

Hay una afirmación que me parece obvia y en la que Zp tiene razón: los muertos que no se han producido en estos tres años son un mérito suyo.

No sé si a ustedes les ocurre, últimamente mientras veo los telediarios siempre me invade la misma sensación. He tardado un tiempo en localizarla y todavía no sé todavía cómo calificarla. Les explico, es exactamente la misma sensación que sufro cuando estoy viendo una película de ataques mutantes. El momento en el que uno de los buenos con una pistola en la mano se enfrenta al mutante que viene con 12 hachas, los ojos inyectados en sangre y la motosierra a tope. No hay ninguna duda de sus intenciones. Además, ya le has visto destripar a 40. El espectador lo sabe y el prota debería. Pero aún así, el imbécil del apañol - perdón es la costumbre - el imbécil del protagonista baja su arma e intenta hacerse amiguete y le sonríe para apaciguarle. Y entonces tú sabes, y la audiencia sabe, que han perdido. Porque la única posibilidad del pringado era arrearle primero. Invariablemente el zombie lo asierra de arriba abajo.

La escena me cabrea especialmente cuando el psicopata no se lleva al memo dialogador por delante sino a la persona que está con él. Y el pringado escapa, y en su siguiente enfrentamiento con el zombie demuestra no haber aprendido nada y actúa exactamente igual. Dubitativo, sin firmeza, queriendo apaciguar lo inapaciguable, la rana sonríe al escorpión con esa fe necia en la capacidad de seducción de su sonrisa. Y tú le gritas: ¡Pero imbécil, que te va a matar! Pero no, a él no le mata. Causa la muerte de otro de sus compañeros de reparto.

Una situación muy parecida ocurre cuando finalmente el prota se enfrenta con el monstruo archiasesino, tiene un golpe de suerte, le tiene a sus pies sin sentido, y en vez de coger el palo de golf y arrearle sin descanso hasta terminar con él, se escapa al sotano. Y todos sabemos que el monstruo se va a recuperar y le va a hacer pachipuchi. Pero aún así, con el monstruo tendido a sus píes el idiota se marcha sin arrearle ese definitivo golpe salvador.

En todas estas ocasiones, un impulso que no sé cómo llamar me recorre el cuerpo. Me muero de ganas de entrar en la pantalla y darle una colleja al imbécil. Claro que en el cine todo está diseñado de forma artificial para hacernos sufrir. Es ficción, y en el fondo lo sabemos. Y esto nos impide saltar y romper la pantalla. Bien, pues esto es exactamente lo que me ocurre cuando veo el telediario. La vergüenza de ver cómo un idiota pusilánime provoca la muerte de los demás es uno de los espectáculos que tanto en el cine como en la realidad más me soliviantan.

Hasta hace bien poco, hasta hoy mismo, estas pelis las consideraba “malas”, porque me parecía que hacían trampas, ya que todo el relato se basaba en un artificio: para la verosimilitud de la trama, para la existencia misma del relato era necesario que el protagonista fuese inepto hasta extremos poco creíbles. Pero voy a tener que revisar mis criterios. No, no son fantasías vacías. No son trucos de narrador para rellenar 90 minutos. En la vida muchas veces ocurre que el líder protagonista es peor que inepto. Y estas películas son perfectamente reales. Equivalentes neorrealistas de Apaña, eze Paiz lleno sonrientes ranitas y líderes letales para los demás.

Veo la foto de los dos desaparecidos. Os prometo que si algún día Olentzerator me derrota, me acercaré y le diré a la cara: “Enhorabuena, has ganado, antes de despersonalizarme, permite que te ayude. Déjame la motosierra un momentito para metérselo por donde tú ya sabes a ese que tiene los instrumentos del Estado para defendernos y no hace uso de ellos. Y voy a acelerar a tope mientras practico el movimiento del destornillador. A él, o al apañol acomplejado que tenga más a mano.”

No hay excusas. Todos, salvo los idiotas, sabemos que los etarras, como Terminator, están programados con una Misión, y no van a parar hasta que la cumplan.

En fin, que sí, que este aire sin muertes que nos ha regalado zp quizá fuese mérito suyo. Pero todas las muertes que vengan con una ETA descansada y renovada espero que Zp los reclame también como lo que son, un mérito propio. Yo no dudaré en atribuírselos.

Vienen tiempos ridículos, más si cabe, pero ya estamos acostumbrados. Feliz año.

*Me hubiese encantado estar equivocado. No me alegro de tener razón. ETA no había renunciado a nada y sólo los puchitos han querido ver lo que no había. Y seguirán porque nada persevera más que la estupidez.

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