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Tuesday, February 09, 2010

Veraneantes

Veraneantes

El problema no son los nacionalistas, que son cuatro gatos, y su poder no pasaría de ser una anécdota. El problema, para las pocas personas normales del País Vasco, son esos españoles de orejas gachas que legitiman su poder con su obediencia. Son ellos los que, con no sé que extraños complejos y un infinito afán de asimilación, realmente les conceden a los nacionalistas un poder que no deberían tener.

Me explico: imaginemos un pueblo que se convierte en lugar de segunda residencia para muchos veraneantes. Siempre aparecen los cuatro aburridos del pueblo que convierten su localismo en la forma de relacionarse, que se juntan y gregarizan amparándose en esta pertenencia. “Somos los del pueblo, los que estamos aquí todo el año… bla bla bla”. Y así se sienten como más jefes, como si tuviesen más derechos. Una casta privilegiada. Para el conjunto de los habitantes de ese pueblo estos fascistillas domésticos, en principio, no alteran la convivencia y sus tonterías sólo producen sonrisitas condescendientes. En principio.

El problema se convierte en tal cuando determinados veraneantes acomplejados y miedosos, en vez de sonreír condescendientes e ignorarles, legitiman ese poder local y hacen esfuerzos enormes por parecerse y ser aceptados por semejante panda de mediocres. (Siempre son los mediocres los que así se asocian.) Entonces los pequeños tontos se lo creen, y su poder, gracias al reconocimiento de emigrantes cabizbajos, pasa a ser real.

Y si a un tonto le das un tambor, pues es un coñazo pero si le permites que sea él el que defina en qué consiste ser o no ser parte de ese pueblo… la cagamos. Porque hace de este sistema primitivo de pertenencia, un mecanismo de poder, de su poder, que termina convirtiéndose en un requisito para todo el mundo y en un problema para la libertad individual, para la convivencia y para el conjunto de los habitantes del pueblo que sólo tienen culpa, por no haberse tomado algo tan ridículo en serio. Esto les hace responsables. Desde el momento en que dieron la primera paliza a un veraneante que no se sometía tenían que haber cortado por lo sano, reprochándoles su actitud y excluyéndolos socialmente hasta que se curasen.

El problema son los Permach, los Madrazo, los Perez Ruiz, alias Kuwati, los PatxiloPez…. sintetizando: los españoles sin identidad. Esos acomplejados que se dicen de izquierdas que copian las formas que el macarrilla del pueblo ha decidido que son las definitorias y las convierte en requisito para todo el mundo. Rehabilitando a través de las formas una estructura más propia de las sociedades estamentales que de las democráticas.

Es igual que las viejas sociedades teocráticas. Sólo que ahora en vez de dar poder al cura del pueblo se lo da al que más ruido mete con la pucheta o con la pistola. En fin, al más capaz de provocar miedo o exclusión. Y así regresamos a estructuras de pertenencia tribales por no decir animales o de manada, basadas en el miedo, el terror y la estética, en las que la mano de una opinión publica teledirigida ahoga la individualidad e impide esa verdadera libertad que reside en la mente. Es simplemente ese colectivismo católico y formal tan español, tan de siempre el que, bajo nuevas máscaras, sobrevive en el País Vasco.

Si no existiesen los acomplejados españoles con los que tan bien se complementan, los nacionalistas serían miniminoría. Entonces miraríamos a los nacionalistas de forma condescendiente dando por supuesto ese inevitable tanto por ciento de idiotas que existe en toda sociedad.

Conclusión: El nacionalismo vasco se nutre de los complejos de los españoles.

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