El Perro
Fue justo cuando me asomaba a Maria Cristina. El viejo le arreó un patadón y el chucho salió por patas soltando gritos agudos. En ese momento cometí el error de mirarle a los ojos con lástima. Nuestras miradas se encontraron. Una milésima de segundo. Fue suficiente. El chucho la captó en el acto. Era uno de esos perros a la búsqueda de dueño y, claro, me escogió como antes, supongo, había escogido al que le acababa de patear.
Inevitablemente se puso a seguirme con orejas gachas y ojos llorosos, subrayando su expresión lastimera. Porque era la lástima el arma que estaba empleando para conseguir lo que quería.
Me detuve en mitad de Basagoiti. Le miré a los ojos mientras pensaba: “No hagas eso. Tú no eres un apañol. Tú eres un perro, tú tienes dignidad. Perro, aprende a despreciar lo inhumano que tienen los humanos, mira al españolito por encima del hombro. Tú vales mucho más. Tus instintos asilvestrados son infinitamente más dignos que esos españolitos domesticados. Perro, tú tienes dignidad, jamás pactarías con tu enemigo la derrota de tu rival democrático, jamás permitirías que te gobernasen personas que traicionan el interés general para enriquecer a una región particular, no extenderías el pacto de Lizarra a toda España….”
Sí, sí, lo sé, un discurso a todas luces desmedido para un perro, pero no se rían porque de alguna manera el bicho me entendió. Irguió su cabeza y sus ojos recuperaron un orgullo perdido de quien sabe que alguna vez tuvo voluntad propia.
Se marchó siguiendo su camino.
Mientras caminaba me cruzaba con reconocidos apañoles. Escuchar a los apañoles decir Aita me revuelve las tripas. Hacer semejantes exhibiciones de servilismo, de traición a lo propio… pornografía de la obediencia. Perritos agachando las orejas. Lastimosos apañoles a la búsqueda de dueño. No pude evitar verlos a todos con collarín. Y ya se sabe para qué sirve un collarín. Para atar una correa. No parece molestarles. Aquel perro era más libre, más humano que muchos que yo me sé. Algo con lo que, estoy seguro, el genial Jack London estaría de acuerdo.
Sé que los instintos primitivos de ese perro jamás asumirían las tesis de sus asesinos de que han matado por su culpa, convirtiéndole a él y a los suyos en asesinos. En cambio, la supuesta inteligencia del apañol, ese animal inferior, asume sin problemas que ETA mataba por la opresión Española. Como si esta m. de Estado fuese capaz de opresión alguna. Si asumes este hecho tendrás que asumir tu responsabilidad histórica como asesino. Asesinaban por tu culpa. Y el apañol, por poder y cuatro perras, les da la razón.
Mañana se entrevistarán, en nuestro nombre, un caniche estrábico con un tic en el ojo y una hiena siniestra. Nuestro caniche, nuestro estado ridículo, le mirará a los ojos al bandolero mezquino, imitando la mirada de Clint Eastwood que lleva ensayando todo el mes, y la hiena se lo hará encima, temblará hasta morirse… de risa. Estos apañoles son la p. bomba. Mañana, señores, el abrazo de Lizarra. Mañana, señores, la mezquindad y la farsa se sientan en la misma mesa. Hagan sus apuestas.
Al perro lo vi el otro día. Me lo cruce exactamente en el mismo sitio, bajo las brujas de Maria Cristina. Iba rodeado de perritas que le seguían. Ni me miró. Un extraordinario perro de aguas. Cruzó por delante de mí con un desdén casi chulesco. No me molesto.
Prefiero el orgullo que el servilismo.
*Escrito cuando Pachilo se reunió con Otegi para mirarle fijamente a los ojos. Algo para lo que físicamente está incapacitado. Basta ver su tic.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home